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Catalina Comber

Los tiempos de niñas y niños

Me gustaría compartir con ustedes una reflexión inspirada en el seminario realizado por la Fundación ProAcogida, ‘El derecho a vivir en familia de niños, niñas y adolescentes sin cuidados parentales’ el pasado martes 12 de septiembre. 

Con la participación de tres expertos, se reflexionó en torno a los tiempos de espera para una niña o niño tras el inicio de una medida de protección que lo separa de su familia de origen, contrastando la realidad de Chile con otros países, tales como Estados Unidos o España. 

Las medidas de protección en Chile son en la actualidad  teóricamente ‘acotadas’, al explicitarse que la separación de una niña o niño de su familia debe ser por ‘el menor tiempo posible’. Sin embargo, en la realidad observamos cómo medidas de protección son renovadas de manera indefinida por años, perpetuando así situaciones en donde niñas y niños no son reunificados ni adoptados, sin lograr restablecerse su derecho a vivir en familia y pasando así a ser ‘hijos del Estado’. 

Jesús Palacios, profesor e investigador de la Universidad de Sevilla, se suma a la reflexión acerca de los tiempos de espera, enfatizando lo complejo de tomar decisiones en contextos de medidas de protección. Palacios habla de ‘encrucijadas probabilísticas’, en las cuales los profesionales implicados deben tomar decisiones basadas en el pronóstico de la conducta humana, lo cual es muy difícil de cuantificar o medir. 

¿Es posible tomar un rumbo diferente en Chile? Los expertos proponen definir leyes que regulen los tiempos de espera actuales, tales como lo hacen otros países. En el caso de Estados Unidos, existe una obligación a terminar con los derechos parentales, en el caso que una niña, niño o adolescente haya permanecido 15 meses (dentro de los últimos 22 meses) separado de sus padres. Al igual que en Estados Unidos, en España hay un plazo definido para trabajar con la familia, el cual es de un máximo de dos años. 

Si bien este es un dilema complejo, en el cual no existe una sola respuesta correcta, todos podemos coincidir en que los tiempos de niñas y niños no son los mismos que los de un adulto. Lo que para un adulto es un porcentaje pequeño de su vida, para una niña o niño es su vida entera. Sólo este hecho debiese movilizarnos a buscar caminos que reconozcan las etapas vitales de niñas y niños, resguardando las necesidades relacionadas a éstas y respetando así una lógica de derechos.

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